Situado a lo largo de los lugares de Gures y Ameixenda, se encuentra uno de los pocos espacios naturales conservados; el Monte de Banle. Se trata de un paisaje prácticamente virgen, con una amplia extensión protegida por la Red Natura.

Este escenario es cuna de multitud de manantiales y pozos de agua que dan vida a un ecosistema que se está extinguiendo en la Unión Europea, caracterizado por una extensa muestra de fauna y flora autóctonas. En este territorio conviven caballos, vacas y corzos entre otros animales. Asimismo, es sobrevolado por alondras y águilas.

Además, el reciente descubrimiento de yacimientos rupestres encontrados en su seno, convirtió a Banle en una localización clave para la investigación de las antiguas civilizaciones que habitaron el lugar.

Ubicada en la parroquia de A Ameixenda, cerca del Castillo del Príncipe, es una playa de arena blanca y con algo de piedras.

Tiene una longitud de 70 metros y un buen acceso, con sitio para aparcar cerca y no tiene servicios. Se accede por unas escaleras y tiene cerca una fuente de agua.

Este puerto, rodeado de naturaleza y tranquilidad, es hoy el refugio de unas pocas embarcaciones tradicionales que reflejan el modo de vida marinero de la zona. 

Pese a su tamaño modesto, destaca por su belleza serena, con vistas a la ría de Corcubión y su entorno verde, lo que lo convierte en un lugar ideal para quienes buscan disfrutar de la esencia del litoral gallego más auténtico.

El Castillo del Príncipe, designado en honor al futuro monarca Carlos IV, fue mandado construir originalmente por Felipe V, aunque su edificación no se llevó a cabo hasta el reinado de Carlos III. El proyecto fue concebido en 1740 por el ingeniero Llovet, y la obra fue concluida en 1751 bajo la supervisión del ingeniero francés Carlos Lemaur, durante el reinado de Carlos IV.

La fortificación, de dimensiones modestas, estaba guarnecida por 88 soldados y disponía de 12 cañones. Su estructura arquitectónica se articula en torno a un patio central y un edificio de planta baja en forma de "U". En la parte superior, conocida como adarve, se situaban los escudos y 14 piezas de artillería, las cuales eran transportadas desde la parte inferior mediante una rampa, hoy desaparecida.

En el transcurso del siglo XIX, la fortaleza cayó en desuso y fue posteriormente habitada, incorporándose un mirador de estilo modernista, al que se accede por una escalera de caracol que conduce a un balcón. Entre 1985 y 1986, la construcción fue objeto de una restauración integral y ha pasado por diversas manos propietarias.

En 1994, el Castillo del Príncipe fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Xunta de Galicia, integrándose formalmente en el patrimonio cultural de Galicia.

Ubicada en la parroquia de Ameixenda, esta iglesia de estilo barroco, construida en el siglo XVIII, destaca por su notable retablo mayor de granito, un material poco común en este tipo de obras. El retablo, también de estilo barroco, está presidido por una imagen sedente del Apóstol Santiago, como corresponde a un templo de la ruta de peregrinación a Compostela, esta imagen se asemeja a una imitación del Santiago en piedra de la sacristía del altar mayor de la catedral compostelana.

La iglesia es de planta rectangular con una nave con un presbiterio adosado al muro este. La capilla mayor, de grandes dimensiones y planta rectangular, se cubre con bóveda de cañón reforzada por arco fajón. La nave central, despues de su restauración, tiene cubierta sustentada por cimbra de madera. En 1957 las reformas conducen a una estructura en tres naves, al derribar los muros primitivos y ampliar la capacidad del templo a través de dos naves laterales. Sobre el muro sur se levanta la torre de las campanas de dos cuerpos, el inferior formado por cuatro arcos de medio punto sobre pilares, el superior tiene forma piramidal.

Lo más reseñable esta iglesia es que guarda un pequeño relicario de plata con un fragmento óseo que las leyendas y tradiciones locales atribuyen a una parte del cuerpo del Apóstol Santiago, concretamente al dedo meñique. Sin duda, es único ya que las reliquias del Apóstol, salvo casos puntuales, han sido siempre celosamente guardadas en Compostela con afán de exclusividad.

La Casa de la Cultura de A Ameixenda es un espacio dedicado a la promoción cultural y social de la comunidad local. Este centro alberga diversas actividades culturales, educativas y recreativas, que incluyen exposiciones, charlas, talleres y eventos relacionados con las tradiciones gallegas. Además, sirve como punto de encuentro para asociaciones vecinales y culturales, fomentando la participación activa de los habitantes de la zona.

El Molino de A Ameixenda presenta la arquitectura típica de los molinos de agua de la región. Construido principalmente con piedra de granito, su estructura es robusta y sencilla, adaptada al terreno y a la funcionalidad de la actividad molinera.

La rueda de agua del Molino de A Ameixenda estaba situada estratégicamente en un canal que dirigía el flujo del agua hacia las palas de la rueda. El movimiento generado se transmitía a las piedras de moler, donde el grano era triturado.

El entorno que rodea al Molino de A Ameixenda es uno de sus mayores atractivos. Como muchos molinos de Galicia, se encuentra en un área rica en vegetación autóctona, con ríos y arroyos que surcan el paisaje y crean un ecosistema fértil. Los paisajes fluviales de la zona están compuestos por bosques caducifolios, con especies como robles, castaños y sauces que aportan una atmósfera idílica al molino.

El Mirador de A Ameixenda, ubicado en la parroquia de A Ameixenda, es un punto de observación privilegiado que ofrece a sus visitantes una de las vistas más espectaculares de la ría de Cee-Corcubión. Este mirador, que se encuentra a una altitud que permite apreciar el paisaje en su máxima expresión, es un lugar ideal para aquellos que buscan detenerse en el camino y conectar con la naturaleza.

La combinación de la vegetación verde que caracteriza la región con el azul profundo del mar crea un paisaje de gran contraste y colorido, especialmente en días despejados, cuando la luz del sol resalta aún más la belleza del entorno.

El merendero de A Ameixenda, ubicado junto a la carretera general, es un lugar popular entre los vecinos y visitantes para disfrutar de momentos de descanso al aire libre. 

Este espacio, rodeado de naturaleza, ofrece un entorno tranquilo y agradable, ideal para hacer una pausa en el camino o disfrutar de una comida al aire libre en compañía de amigos y familiares.

Con 100m de largo y 20m de ancho, la Playa de Caneliñas, ubicada en la parroquia de A Ameixenda, es uno de esos rincones escondidos que sorprenden tanto por su belleza como por su historia, ofreciendo una experiencia de cala más íntima y conectada con la autenticidad de la zona.

El entorno marinero que rodea la playa está compuesto por colinas repletas de vegetación autóctona que se unen con las calmadas aguas de la Ría de Cee-Corcubión.

Desde Caneliñas, es posible contemplar algunos puntos de interés de la comarca, como el imponente Monte Pindo, el Cabo Fisterra o las Islas Lobeiras.

En lo referente a su historia, esta cala fue testigo de la última fábrica de procesamiento de ballenas en cerrar sus puertas en Europa. Esta factoría, conocida como "Factoría Ballenera de Caneliñas", cesó sus actividades en la década de 1980, poniendo fin a una era de caza y aprovechamiento industrial de cetáceos en las costas gallegas.

En la actualidad, las ruinas de la factoría y de las plantas desalinizadoras aún permanecen visibles, siendo reconocidas como las mejor preservadas de Europa.


En Caneliñas, se estableció la mayor factoría de procesamiento de ballenas de la Península Ibérica, que también fue la más longeva de España y la última en cerrar en Europa.

La primera etapa de actividad de esta factoría transcurrió entre 1924 y 1927, bajo la gestión de la Compañía Ballenera Española, una empresa constituida con capital noruego que se instaló en un terreno anteriormente ocupado por una salazón, propiedad de Andrés Cerdeiras Pose.

La ubicación de Caneliñas era estratégica para el procesamiento de cetáceos, ya que se trataba de una ensenada protegida de los vientos, con un calado adecuado y situada en una zona de alta abundancia de ballenas. Los cetáceos eran capturados en las costas cercanas por barcos especializados y transportados a la factoría, donde se procesaban para la obtención de aceite y otros productos derivados. En los primeros años, también se aprovechaban las barbas de las ballenas para la fabricación de armazones de corsés femeninos.

Sin embargo, los métodos de caza intensiva empleados por los noruegos redujeron rápidamente la población local de cetáceos, lo que llevó al cierre de la factoría en 1927.

La segunda etapa de actividad comenzó en 1951 con la creación de una nueva empresa, la Industria Ballenera Sociedad Anónima (IBSA). Durante este periodo, las instalaciones se ampliaron y se perfeccionaron los métodos de aprovechamiento de los cetáceos. Además del aceite, se empezaron a producir harinas, fertilizantes y, ocasionalmente, piezas de ámbar gris, una sustancia encontrada en los intestinos de los cachalotes y altamente valorada por la industria cosmética.

En la década de 1970, la factoría modificó gradualmente su enfoque productivo, dirigiéndose principalmente a la venta de carne de ballena al mercado japonés.

El cierre definitivo de la planta llegó en 1985, debido a la creciente presión del movimiento ecologista y a la moratoria sobre la caza de ballenas impuesta por la Comisión Ballenera Internacional. La última ballena procesada en las instalaciones fue una hembra de rorcual común de 17,7 metros, capturada el 21 de octubre de 1985.

En la actualidad, aún se conservan muchas de las estructuras originales, tanto de la primera etapa como de la época de IBSA. Entre ellas, destacan el muelle de atraque, un almacén para desechos transformados en harinas y fertilizantes, un gran edificio que funcionó como vivienda y posteriormente como oficinas, la rampa de izado de las ballenas, la zona de despiece, aljibes y depósitos de aceite, entre otros elementos.

El Mirador de Gures, situado en la parroquia de A Ameixenda, es un balcón natural que ofrece una de las vistas más impresionantes de la Costa da Morte. Ubicado en una ladera que desciende suavemente hacia el océano Atlántico, este mirador permite contemplar un paisaje de extraordinaria belleza, donde el mar, las montañas y los cielos gallegos se funden en un panorama de naturaleza pura.

Desde el Mirador de Gures, los visitantes pueden disfrutar de una vista privilegiada de la ría de Cee-Corcubión y del imponente Monte Pindo, conocido como el "Olimpo Celta" por su importancia mitológica en la tradición gallega. El contraste entre las aguas azules del Atlántico y las colinas verdes que rodean la costa crea una postal única, especialmente durante el atardecer, cuando el sol se refleja en el agua y tiñe el paisaje de tonos dorados y rojizos.

Este lugar es ideal para quienes buscan un momento de paz y contemplación, ya que el mirador ofrece un ambiente tranquilo y apartado, lejos del bullicio urbano. El silencio solo es interrumpido por el sonido del viento y las olas rompiendo suavemente en la costa, creando una atmósfera de conexión profunda con la naturaleza.

Es posible que esta tranquilidad sea amenizada por algún grupo de delfines que acostumbran a honrar con su visita a algunos afortunados.

El Mirador de Gures no solo es un punto de observación para disfrutar del entorno costero, sino también un excelente lugar para iniciar rutas de senderismo que recorren la zona. Desde aquí, los aventureros pueden explorar los alrededores del monte y la costa, descubriendo otras joyas naturales como la Furna de Gures o las playas cercanas, como lade Gures o Caneliñas.

La playa de Gures, en la parroquia de A Ameixenda, es un arenal de dimensiones modestas, que destaca por su ambiente tranquilo y una belleza virgen, siendo un lugar ideal para quienes buscan alejarse de las multitudes y disfrutar de la serenidad de la Costa da Morte.

La playa está formada por una mezcla de arena fina y aguas cristalinas que invitan al baño, especialmente en los meses de verano.

Debido a su situación privilegiada en la ría de Corcubión, las aguas de Gures suelen ser más calmadas que en otras zonas más expuestas al Atlántico, lo que la convierte en un lugar adecuado para nadar o disfrutar de deportes acuáticos ligeros como el kayak o el paddle surf.

El entorno que rodea la Playa de Gures es igualmente impresionante. Al sur, se levanta el mítico Monte Pindo, conocido como el "Olimpo Celta", una montaña cargada de leyendas y rica en biodiversidad. La combinación del paisaje montañoso con la costa crea una postal única, donde el azul del mar contrasta con el verde de los pinares y el granito rosado del Pindo. Al fondo, se avistan las Islas Lobeiras y el Cabo Fisterra.

Gures es también un excelente punto de partida para explorar las rutas de senderismo cercanas, que permiten descubrir otros rincones de gran interés natural y cultural en la zona. Los visitantes pueden disfrutar de paseos por la costa, avistar fauna marinas y empaparse de la paz que transmite este lugar.

Aquí, la naturaleza es la protagonista y ofrece a quienes la visitan la posibilidad de disfrutar de un rincón poco masificado y genuino, ideal para relajarse o simplemente contemplar la belleza de la costa ceense en su estado más puro.

Su acceso consiste en un pequeño descenso de montaña de dificultad baja-media y una duración de unos 3 minutos aproximadamente. Justo antes del inicio de este camino, existe un área de aparcamientos.

La Furna de Gures es una fascinante cueva marina situada en la parte sur de la Playa de Gures. La palabra "furna" en gallego hace referencia a cavidades o grutas formadas por la erosión del mar, y la Furna de Gures es uno de los ejemplos más impresionantes de esta región.

Esta cueva se formó a lo largo de siglos, debido al constante impacto de las olas contra la costa, lo que fue esculpiendo la roca hasta crear una abertura que conecta el interior de la tierra con el mar.

Durante la pleamar, las olas llenan la cueva, generando un espectáculo de sonido y movimiento mientras el agua choca contra las paredes rocosas, creando ecos y brumas marinas que intensifican su atmósfera misteriosa.

Durante la bajamar, es posible adentrarse en la furna, explorar sus cavidades y observar de cerca las texturas y formaciones rocosas que el tiempo ha moldeado. Es importante saber que para esto es necesario conocer las mareas e ir de una forma cautelosa.

La Furna de Gures es también un lugar envuelto en leyendas y mitos locales. Según algunas historias, se decía que en su interior habitaban seres sobrenaturales. Aunque estos relatos pertenecen al folclore gallego, la sensación de misterio y la naturaleza indómita de la furna la hacen un lugar cargado de simbolismo y magia para los que la conocen.

La Capilla de Gures, situada en la localidad de Gures, en la parroquia de A Ameixenda, es un pequeño pero significativo templo con una rica tradición vinculada a la fe. Su arquitectura sencilla, de planta rectangular, refleja las características propias de las capillas rurales gallegas, con una construcción modesta que armoniza con el entorno natural que la rodea.

De estilo tradicional, la capilla cuenta con una fachada austera, coronada por una pequeña espadaña que alberga una campana, elemento común en este tipo de edificaciones religiosas. En su interior, el espacio es recogido, con un altar presidido por imágenes de santos locales, entre los que destaca Ntra. Sra. de los Dolores, a la que está dedicada la capilla.